lunes, 7 de marzo de 2016

Mi pequeña luchadora

La clase del 11 de febrero podríamos decir que fue especial, diferente, aunque también reflexiva y angustiosa. Una compañera de clase propuso la idea de venir disfrazados por la festividad conocida con el nombre de “Carnaval”. A la profesora, a mis compañeros y a mí me pareció una idea estupenda y divertida, por lo que íbamos a llevarlo a cabo. La profesora, para hacerlo diferente, nos dijo que teníamos que venir disfrazados siguiendo una serie de criterios, es decir, con una vestimenta que habitualmente no nos ponemos, ser algo que te ha gustado ser pero no has podido o conseguido, y ponerte en la piel de otras personas. Durante la semana que teníamos por delante debíamos de reflexionar sobre el disfraz adecuado, incubarlo y pensar sobre el motivo de porque nos habíamos vestido así. Para mí fue muy difícil elegir un disfraz, puesto que yo me siento bien conmigo misma y con lo que hago, por ello no quiero ser ni parecerme a otra persona. Por lo que, tras meditarlo unos cuantos días decidí que me iba a disfrazar de periodista, debido a que siempre he estado dudando en si hacer la carrera de periodismo o magisterio, pero al fin y al cabo me decante por la segunda, y bien orgullosa estoy de ello. Para disfrazarme de periodista tuve que hacerme un micrófono y una especie de cuaderno como estos de la fotografía, y vestirme formalmente.


Para mi sorpresa e inocencia, mientras estaba en clase e iban saliendo mis compañeros y compañeras a explicar por qué se habían disfrazado así y que significado tenía para ellos, pude comprobar que en cada uno de esos disfraces existía también un sentimiento muy profundo por un acontecimiento que había ocurrido en el pasado, que nos lo transmitieron a toda la clase. Por ello, creía que había que quitarse el sombrero por todas esas personas que tuvieron toda la fuerza de voluntad necesaria y mucho valor para contar algo personal que les afecta considerablemente. Antes decía que fue una clase angustiosa, ya que todas las historias y experiencias que contaron mis compañeros nos hicieron llorar a la mayor parte de la clase debido al sentimiento y sinceridad que llevaban consigo. Mientras transcurría la clase pensé que no podía salir y decir el porqué de mi disfraz, puesto que era muy diferente al de los demás, y creía que no era completamente adecuado. Por ello, me puse a darle vueltas y caía en la cuenta de que si me gustaría haber sido una persona, mi hermana. Le diagnosticaron una enfermedad rara cuando tenía 6 años (actualmente tiene 7), aunque desde que nació hemos estado más en el hospital que en casa, mientras que yo soy todo lo contrario, ya que nunca he estado mala como quién dice. El motivo de porqué querría ser ella o me gustaría mejor dicho, ponerme en su piel, sería debido a que mi hermana es una niña feliz, divertida y aparentemente sana, pero me fastidia mucho y es inhumano que con tan solo 7 años tenga que estar yendo y soportando, multitud de consultas, teniendo fisioterapia la mayor parte de los días, haciéndose cientos de pruebas y por si fuera poco, reprimiéndola que corra, salte, haga movimientos bruscos o indebidos, o prohibiéndola que haga ciertos deportes que a ella le gustaría hacer como son el ballet o la gimnasia rítmica. ¿Puede una niña evitar eso? ¿Puedes prohibirla que haga dichas cosas? Y es que lo más difícil es explicarla por qué no puede hacerlo, porque no puede hacer ballet o gimnasia, que peligros conlleva saltar o correr o simplemente ella se preguntará porque tantos médicos o tantas pruebas. Mi hermana ya es consciente que tiene una enfermedad rara, y de lo que la puede pasar o los riesgos que existen; sabe que tiene que ser operada y que se expone todos los meses a ir a varios médicos. Aunque también tiene en cuenta que muchos niños más la tienen, que no es la única que tiene que aguantar todo esto y no está sola en el mundo de las enfermedad o síndromes raros, que son tan poco valorados y carentes de cura. Un día, tras conocer a otra familia con dos niños afectados por la misma enfermedad, nos dijo la siguiente frase: “Me alegra saber que no soy la única que tiene esta enfermedad”, a la que no sabíamos cómo responder porque nos quedamos totalmente a cuadros. Por todo ello, me gustaría ser ella, y ponerme en su piel, puesto que a pesar de tener 7 años ella presenta una fuerza descomunal frente a todo esto, puede que sea aún muy pequeña para ser realmente consciente de todo o poder preocuparse por la situación, pero tiene esa voluntad inconfundible para salir adelante lo mejor posible, y aguantar todo lo que se presente día a día. Creo que mi hermana es una gran luchadora y siempre lo va a ser, nadie va a quitarla esa fortaleza que tiene pase lo que pase, y la verdad que la admiro mucho. Te quiero princesa.






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