La clase del 11 de febrero podríamos decir que fue especial,
diferente, aunque también reflexiva y angustiosa. Una compañera de clase
propuso la idea de venir disfrazados por la festividad conocida con el nombre
de “Carnaval”. A la profesora, a mis compañeros y a mí me pareció una idea
estupenda y divertida, por lo que íbamos a llevarlo a cabo. La profesora, para
hacerlo diferente, nos dijo que teníamos que venir disfrazados siguiendo una
serie de criterios, es decir, con una vestimenta que habitualmente no nos
ponemos, ser algo que te ha gustado ser pero no has podido o conseguido, y
ponerte en la piel de otras personas. Durante la semana que teníamos por
delante debíamos de reflexionar sobre el disfraz adecuado, incubarlo y pensar
sobre el motivo de porque nos habíamos vestido así. Para mí fue muy difícil elegir
un disfraz, puesto que yo me siento bien conmigo misma y con lo que hago, por
ello no quiero ser ni parecerme a otra persona. Por lo que, tras meditarlo unos
cuantos días decidí que me iba a disfrazar de periodista, debido a que siempre
he estado dudando en si hacer la carrera de periodismo o magisterio, pero al
fin y al cabo me decante por la segunda, y bien orgullosa estoy de ello. Para
disfrazarme de periodista tuve que hacerme un micrófono y una especie de
cuaderno como estos de la fotografía, y vestirme formalmente.
Para mi sorpresa e
inocencia, mientras estaba en clase e iban saliendo mis compañeros y compañeras
a explicar por qué se habían disfrazado así y que significado tenía para ellos,
pude comprobar que en cada uno de esos disfraces existía también un sentimiento
muy profundo por un acontecimiento que había ocurrido en el pasado, que nos lo
transmitieron a toda la clase. Por ello, creía que había que quitarse el sombrero
por todas esas personas que tuvieron toda la fuerza de voluntad necesaria y
mucho valor para contar algo personal que les afecta considerablemente. Antes
decía que fue una clase angustiosa, ya que todas las historias y experiencias
que contaron mis compañeros nos hicieron llorar a la mayor parte de la clase
debido al sentimiento y sinceridad que llevaban consigo. Mientras transcurría la clase pensé que no podía salir y
decir el porqué de mi disfraz, puesto que era muy diferente al de los
demás, y creía que no era completamente adecuado. Por ello, me puse a darle
vueltas y caía en la cuenta de que si me gustaría haber sido una persona, mi
hermana. Le diagnosticaron una enfermedad rara cuando tenía 6 años (actualmente
tiene 7), aunque desde que nació hemos estado más en el hospital que en casa, mientras
que yo soy todo lo contrario, ya que nunca he estado mala como quién dice. El
motivo de porqué querría ser ella o me gustaría mejor dicho, ponerme en su
piel, sería debido a que mi hermana es una niña feliz, divertida y aparentemente
sana, pero me fastidia mucho y es inhumano que con tan solo 7 años tenga que
estar yendo y soportando, multitud de consultas, teniendo fisioterapia la mayor
parte de los días, haciéndose cientos de pruebas y por si fuera poco, reprimiéndola
que corra, salte, haga movimientos bruscos o indebidos, o prohibiéndola que
haga ciertos deportes que a ella le gustaría hacer como son el ballet o la gimnasia
rítmica. ¿Puede una niña evitar eso? ¿Puedes prohibirla que haga dichas cosas?
Y es que lo más difícil es explicarla por qué no puede hacerlo, porque no puede
hacer ballet o gimnasia, que peligros conlleva saltar o correr o simplemente ella
se preguntará porque tantos médicos o tantas pruebas. Mi hermana ya es
consciente que tiene una enfermedad rara, y de lo que la puede pasar o los
riesgos que existen; sabe que tiene que ser operada y que se expone todos los
meses a ir a varios médicos. Aunque también tiene en cuenta que muchos niños
más la tienen, que no es la única que tiene que aguantar todo esto y no está
sola en el mundo de las enfermedad o síndromes raros, que son tan poco
valorados y carentes de cura. Un día, tras conocer a otra familia con dos niños
afectados por la misma enfermedad, nos dijo la siguiente frase: “Me alegra
saber que no soy la única que tiene esta enfermedad”, a la que no sabíamos cómo
responder porque nos quedamos totalmente a cuadros. Por todo ello, me gustaría
ser ella, y ponerme en su piel, puesto que a pesar de tener 7 años ella presenta
una fuerza descomunal frente a todo esto, puede que sea aún muy pequeña para
ser realmente consciente de todo o poder preocuparse por la situación, pero tiene
esa voluntad inconfundible para salir adelante lo mejor posible, y aguantar
todo lo que se presente día a día. Creo que mi hermana es una gran luchadora y
siempre lo va a ser, nadie va a quitarla esa fortaleza que tiene pase lo que
pase, y la verdad que la admiro mucho. Te quiero princesa.
Muy bonito testimonio Silvia
ResponderEliminar