sábado, 27 de febrero de 2016

El cuerpo nunca miente

Tras la fiesta de carnaval, nos planteamos en clase la siguiente cuestión: ¿Qué es un disfraz?

Estuvimos pensando durante un rato y llegamos a las siguientes conclusiones:
- Llevar algo que no llevas normalmente.
- Hacerte pasar por otra persona.
- Ser algo que no eres normalmente.
- Volver a la infancia.
- Ponerte en la piel de alguien.
- Ser algo que has querido ser pero no lo has conseguido.

 Además de estas definiciones, busqué otras para completar el concepto de disfraz, y encontré esto:
- Artificio o vestimenta con que alguien cambia o modifica su aspecto o condición para no ser reconocido.
- Medio que se emplea para ocultar o disimular una cosa generalmente negativa.

Después de buscar la definición completa de disfraz, nos propusimos venir  la siguiente clase con un disfraz que realmente no pareciera un disfraz porque si conseguíamos ponernos en la piel de otra persona, interiorizar ese disfraz y tratar de sentir lo que sentiría esa persona, no parecería un disfraz.

Todos pensábamos que la clase iba a ser completamente distinta a lo que fue. La gente empezó a salir al escenario y a compartir cosas con el grupo que nunca habríamos imaginado, realmente fue increíble, imposible de explicar. La clase se convirtió en una especie de terapia en la que nos escuchamos, contamos todo lo que teníamos guardado, nos abrimos a los demás y nos sentimos más que un grupo, una familia.

Yo llevaba mi disfraz preparado pero no me atreví a salir después de lo que dijeron los demás ya que aunque estuve incubando el tema durante toda la semana y buscando "el disfraz", preferí no salir y reservarlo para el blog.

Durante la semana de antes de la clase, estuve pensando continuamente qué ponerme ya que al pensar en mi infancia y los deseos que tenía en la mente, me venían muchas ideas y no terminaba de decidirme. Tras dar vueltas y vueltas, el día de antes al levantarme me vino a la mente, sin esperarlo, la palabra baile. 
En mi familia desde que aprendí a mantenerme en pie sola, me llamaban la bailarina porque siempre me ponía a bailar cuando escuchaba música o simplemente me ponía a moverme mientras cantaba. Así, me apuntaron a clases de ballet y después a sevillanas.

Con el paso del tiempo, fui creciendo y seguía bailando y buscaba cualquier oportunidad para improvisar un baile y así evadirme del resto. Aproximadamente a los nueve o diez años les dije a mis padres que quería aprender a bailar ya que de pequeña había ido a clases pero quería algo más profesional. Sin embargo, mis padres me dijeron que ya era tarde y que si quería aprender tenía que haber empezado desde más pequeña. Esa respuesta me dolió mucho pero la acepté y me olvidé de aprender a bailar. A pesar de esto, yo seguí haciendo bailes con mis amigas en el colegio y fuera de él, en mi casa, en mis tiempos libres y nunca dejaré de bailar cuando sienta que lo necesito.
Siempre he pensado que no bailo bien pero para bailar no hace falta hacerlo bien, es expresar lo que sientes, dejarte llevar, sentir la música dentro, moverte y dejarte mover, fluir, soltar. 

Puede que a veces no sepamos expresarnos hablando porque no se nos den bien las palabras, pero para eso está el arte, para expresarnos con la danza, la pintura y demás. 

Todo lo que llevamos dentro tiene que salir al exterior de alguna manera.

Desde pequeños, en el colegio nos animan a disfrazarnos en cada fiesta del centro para divertirnos, dejar que fluya la imaginación haciéndonos los disfraces y siendo otra persona por un día. Creo que como todo niño, me encantaba disfrazarme, imaginar que era el personaje del que llevaba la ropa, jugar por un día a ser otra persona, sentir como siente y creer que era capaz de todo.


Hasta ese día de clase, pensaba que un disfraz era simplemente un traje que te ponías un día de fiesta, pero realmente es mucho más. 

1 comentario:

  1. Aunque no saliste a mostrarlo, ya que pones todas esas fotos, en las que imagino apareces, podrías incluir también la de nuestro día de disfraces

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